A Umberto Eco le envidio varias cualidades que lo distinguen. Destaco tres: primero, su privilegiado cerebro, que el permitió analizar con gran profundidad la realidad de sus -nuestros- tiempos, produciendo luminosos ensayos que calaron hondamente en la opinión pública; segundo: su talento como novelista, que le posibilitó publicar obras de la magnitud de “En nombre de La Rosa”, llamada a convertirse, con el paso del tiempo, en un clásico universal de la literatura: y tercero: su maravillosa biblioteca. Vaya pedazo de biblioteca que logró conjuntar el pensador italiano. La pueden conocer en YouTube.
Participando en un Foro sobre el tema del posmodernismo literario, me topé con un ensayo del Maestro Eco sobre el tema, y cómo casi siempre sucede, una lectura me llevó a recordar que tenía pendiente desde hace muchos años otra: “El cementerio de Praga”, actividad que además, contribuiría a palomear el punto 13 del Retópata20, al que le agradezco el impulso que me aporta para leer obras que tenía olvidadas.
De entrada permítanme comentarles que “El cementerio de Praga” es una novela histórica, irreverente, provocadora, polémica, entretenida, del tipo folletín siglo XIX, que abarca la segunda mitad de ese siglo, y que trata sobre una y mil conspiraciones producidas por el protagonista: el repugnante abogado, notario, soldado, falsificador, racista, misógino y tragón, Simone Simonini, un verdadero demonio en el arte de inspirar, inventar, maquinar y reciclar conjuras, complots, conchabanzas, enredando en ellas a franceses, alemanes, rusos, italianos, moros y cristianos, judíos y jesuitas, masones y católicos, a quién se deje. Y es tan bueno en su tarea, que hasta cobra por ello.
Turín, Palermo, Paris, Praga, Munich, pasan por nuestros ojos, junto con personajes históricos como Garibaldi, Napoleón III, Pío IX, Leon XIII, Alejandro Dumas, Victor Hugo. Las camisas rojas, el Segundo Imperio, la Tercera República, el famoso caso Dreyfus, mezclados con los masones, los judíos, los burgueses, los proletarios, los héroes y los traidores, todos complotando, conjurando en la eterna lucha por el poder.
Novela polémica, generó la protesta de la iglesia católica y de la comunidad judía, que vieron en ella, sin que una cuidadosa lectura lo justifique, una postura ambigua ante el antisemitismo, pues aunque Simonini es claramente antisemitista, y en ella se plantea un supuesto complot judío-masónico, el narrador nunca toma partido por esas actitudes claramente racistas.
Y es que siendo justos, Simonini no tiene límites cuando se refiere a los judíos: “apestan, son peligrosos y subversivos, anarquistas, comunistas, los chupasangre de los desvalidos”; pero a los alemanes, los considera “lo más bajo de la humanidad”; a los italianos “arteros y taimados”; a los jesuitas, “masones vestidos de mujer”; a los franceses, “asesinos por aburrición”, así que el señor reparte parejo, para todos tiene.
Fue una delicia advertir las ocurrencias de Simonini para darle gusto a sus clientes. Vaya creatividad para inventar soluciones a los conflictos que le plantean representantes gubernamentales de diversos órdenes, nacionalidades, ideologías y religiones. No le pone pero a ninguno, siempre y cuando se pongan de acuerdo en los emolumentos a devengar.
Un consejo antes de finalizar: no se desesperen por la narrativa elegida por Eco. ”El cementerio de Praga” no es de lectura fácil. Existe un narrador que es una especie de alter ego de Simonini, y se comunican entre sí a través de un diario; también le entra a relatar, comentar y resumir la historia un tercer narrador. Si al principio se concentran en descifrar -y lo lograran- el recurso que utiliza el autor para contarnos la novela, avanzaran sin problemas (y sí no, existe al final una tabla que ayuda a la mejor comprensión) y disfrutaran a tope la historia novelada de la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, y cuando lleguen a la solución final, descubrirán sin duda alguna, que nada es verdad, nada es mentira, todo es según quién le cuente la vida.
hace 4 años
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