Divorcio en el aire es la retrospección de la vida de Joan-Marc, recién estrenado en la madurez, a propósito de un divorcio que se aproxima. Helen, una americana un tanto desequilibrada, lo lleva a un balneario para intentar solucionar un matrimonio que comenzó su andadura joven y quedó plagado de altibajos. Con una estructura desenfrenada, sin capítulos, sin dobles espacios en blanco, sin prólogos, ni epílogos, Gonzalo Torné desarrolla las cuatro primeras décadas de vivencias de un personaje que había dado a conocer anteriormente en Hilos de sangre. A pesar de que intercala, sin aparente orden, anécdotas de su infancia, de su adolescencia y de sus primeros años como adulto, consigue que el lector se haga una idea clara y sin confusiones de su existencia. Basta la sola mención de un personaje para evocar otros tiempos de la vida de Joan-Marc, dar un salto en la historia y transportar al lector, en menos de media frase, a otra época. Los hechos que le han marcado y las personas que lo han hecho ser como es: un padre empresario, Helen, una madre medicada, la loca de su hermana, algunos amigos y, a veces, se dirige en segunda persona a otro gran amor, a quien parece confesarse. Todo lo que el inexorable paso del tiempo provoca en este personaje de humor afilado, pero también en las personas que lo rodean, está narrado con un lenguaje tan preciso y con unas metáforas tan acertadas que parece que han sido buscadas hasta conseguir que encajen perfectamente párrafo a párrafo. Es como si el enmarañado de sus propios pensamientos fuese el único hilo conductor de la historia. Una vida que comenzó con ilusión y que se ha visto llena de fracasos, de imprevistos y que dan a lugar a cierta tristeza y decepción en la visión de la madurez del hombre. “El mundo se desplazaba en espirales lentas a mi alrededor, y nadie podía asegurarme que al otro lado de aquella piel húmeda en lugar de un abismo infestado de algas químicas y salitre venenoso no se extendiese una dimensión amable, un pasado en armonía con mis irreconciliables deseos cambiantes”. Merece la pena continuar con el ascenso al final, página a página, sin descanso, tan solo por el disfrute de la prosa meticulosa del autor. (Nerea Campos Godoy, 20 febrero 2014)
hace 10 años