Movido por el afán de comprobar por sí mismo la valía de las nuevas ideas que desde Francia e Italia estaban conmoviendo a Europa, Alarcón emprende en 1860 el viaje que da pie a este libro. Desde Marsella hasta Gaeta, pasando por el París licencioso de Napoleón III, por la liberal Ginebra, por una Saboya que quiere ser francesa, para terminar en una Italia dividida en lo más profundo de su ser por la revolución garibaldina. Las vívidas descripciones de Alarcón resultan de una amenidad casi novelesca, conjugando con la pericia de un maestro la historia con la aventura y el buen humor. Además del valor histórico del momento crucial que nos muestra, el relato de Alarcón es, a través sus apreciaciones y comentarios, un vehículo que nos deja ver de forma clara la España de mitad del XIX, con sus carencias, limitaciones y ese querer acercarse a Europa que ha sido una constante de nuestra historia. La narración de Alarcón nos transporta a la Italia de la reunificación, no como meros espectadores, sino más bien como compañeros de viaje, tal es la pericia de este guadijeño inmortal. De Madrid a Nápoles es en definitiva un libro de viajes en su sentido más pleno, sin que los casi ciento cincuenta años que han pasado desde que viera la luz por vez primera hayan podido restarle un ápice de su interés.