Julián Tresser, teniente de la Policía Judicial de la Guardia Civil tiene que repartir su tiempo, en buscar a la niña Luba, posiblemente, su hija, desaparecida en el libro anterior (Morir no es lo que más duele) tras una pista después de varios años, y esclarecer quién empujó a una funcionaria de la Seguridad Social que chocó con una pared de cristal, que le provocó la muerte, y huyó del lugar. Sus jefes le presionan para que lo solucione, porque los funcionarios están de protestas y concentraciones, y pasan de la única pista que puede seguir y pronto para encontrar a Luba. Estas dos historias que convergen duran desde el día 23 de Diciembre de 2009 al 1 de Enero de 2010. La prisa del teniente, nos la transmite a los lectores de forma angustiosa. Está segunda parte de la trilogía, me ha gustado más que la primera, aquí se habla de lo peorcito del ser humano y también lo mejor. Estoy deseando leer “Lo que no cuentan los muertos”, la 3ª, para ver cómo ata la autora los cabos sueltos y seguro, otro caso de investigación. (6/10/2024)
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