Nadie mejor que Góngora define el espíritu barroco en lo que tiene de extremado: al deliberado gusto por la elipsis y la métafora y a la oscuridad formal de sus grandes poemas se contraponen la sencillez, el regusto popular y la facundia de sus romances y letrillas. Unos y otros son admirable muestra del talento multiforme de uno de los grandes nombres del Siglo de Oro.