Habitualmente era Jacob quien redactaba la primera versión, la más parecida a la historia que habían escuchado. Wilhelm le miraba por encima del hombro y le interrumpía cuando consideraba que convenía reconducir la trama o utilizar una versión alternativa. De lo contrario, aguardaba su turno para introducir un matiz o desarrollar un episodio. Ambos escribían de manera llana, casi coloquial, en el tono que emplean los adultos para contar historias a los niños. Hablo, claro está, de una época en que los adultos sabían contar historias y los niños todavía las escuchaban. Vicente Muñoz Puelles