Mo Yan se define como un cuentacuentos en su lectura del Premio Nobel

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El escritor chino Mo Yan, laureado este año con el Premio Nobel de Literatura, se definió hoy como un «cuentacuentos» que en el futuro seguirá contándolos y aseguró que la literatura puede «preocuparse por la política pero estar por encima de ella».

El escritor pronunció hoy la tradicional lectura de los nobel de literatura en la Academia Sueca, titulada «Cuentacuentos», durante la que convirtió a su madre en hilo conductor de sus recuerdos y habló de la inspiración que encontró en Gabriel García Márquez y Willian Faulkner.

Mo Yan, seudónimo que significa «no hables» y cuyo nombre es Guan Moye, dijo de su madre, fallecida en 1994, que es la única persona a la que echa de menos «en este momento tan glorioso», y durante más de media hora desgranó vivencias, muchas de ellas duras, de su infancia y adolescencia, además de contar pequeñas historias.

El autor repasó sus obras porque ellas y su vida son «las dos caras de una misma moneda» y no faltó una referencia a sus novelas de tipo realista como «Las baladas del ajo».

En ella, aseguró, «el mayor problema» que se le presentó «no era que tuviera miedo» de enfrentarse «a las oscuridades sociales y criticarlas, sino cómo controlar la pasión ardiente y la furia» para no desviarse hacia la política ni alejarse de la literatura.

«No quiero escribir una crónica de los acontecimientos sociales -aseguró-. Un novelista es parte de la sociedad, por lo que es natural que tenga sus propias opiniones e ideas; sin embargo, cuando está escribiendo debe ser justo, debe respetar a todos los personajes igual que respeta a las personas reales».

«Siempre y cuando se cumpla este requisito, la literatura puede nacer de la realidad e incluso superarla, puede preocuparse por la política pero estar por encima de ella», dijo Mo Yan, cuyos detractores le critican por su cercanía al régimen chino y ha recibido duros ataques de escritores disidentes como Liao Yiwu.

Mo Yan dijo que conseguir el Premio Nobel «ha supuesto muchas paradojas» y que al principio pensó que él era el protagonista de esas contradicciones, pero «poco a poco» se dio cuenta que era otra persona.

«Había visto que al protagonista, ganador de un premio, le ofrecían flores, pero además también le tiraban piedras y agua sucia. Temía que no pudiera aguantarlo. No obstante, huyó de las flores y las piedras, se limpió las manchas de agua sucia y salió tranquilamente a dar un discurso al público», indicó.

Mo Yan, quien aseguró que le han dado el Premio Nobel por sus cuentos, recordó cómo se fue convirtiendo en cuentacuentos tras escuchar a varios en el mercado. Historias que luego relataba a su madre, añadiendo detalles nuevos, lo que definió «como la primera página del libro» de su vida.

Otro momento importante para el escritor llegó en 1976 cuando salió de su pueblo natal para enrolarse en el Ejército Popular y después empezó a escribir historias.

«Tengo que confesar que, si no hubiera sido por los grandes progresos y el desarrollo de la sociedad china durante estos treinta años, por la apertura y la reforma, no existiría un escritor como yo», aseguró.

Mo Yan, quien dio su discurso vestido de negro con chaqueta de cuello Mao -el atuendo del escritor cuando recoja el lunes su premio está siento tema de debate en las redes sociales chinas – aseguró que todo lo que tiene que decir está en sus obras. «Las palabras que salen de la boca se las lleva el viento; sin embargo, las que están escritas quedarán para la historia».

En su discurso, Mo Yan hizo referencias constantes a su pueblo natal, cuyo nombre, el distrito Dongbei de Gaomi, apreció por primera vez en su obra «El agua otoñal» y confesó que García Márquez y Faulker le inspiraron «mucho» en el proceso de creación de ese lugar.

Y aunque durante dos años siguió los pasos de estos dos maestros, se dio cuenta que tenía que alejarse de ellos, que eran como «dos hornos al rojo vivo», y él «como un trozo de hielo».

Por ello optó por contar sus cuentos a su manera, que es «la misma de los cuentacuentos del mercado» de su pueblo, de sus abuelos, de los ancianos de su pueblo natal.

Entre sus personajes, rememoró al protagonista de «El rábano rojo invisible», la más emblemática de sus obras, un chico con gran capacidad para aguantar los sufrimientos y captar los pequeños cambios de la vida, el cual es prácticamente «el entero reflejo» del espíritu de Mo Yan.

Este cuentacuentos, quien aseguró que el futuro seguirá contando historias, dijo que tras este galardón le han ocurrido «muchas anécdotas maravillosas» que serán parte de sus próximos cuentos y que le hacen «creer en la existencia de la justicia y la verdad».

Estocolmo, 7 dic (EFE)

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