Todo él, no sólo el título, está lleno de metáforas marinas. Lo cual no deja de ser curioso para alguien que nació y ha vivido en tierra adentro. «En realidad es un libro de viajes. Un libro escrito en trenes, en aeropuertos, en barcos... Y en esa metáfora del viaje salió esta especie de retorno o de recuperación de esas cosas que salen del fondo, que emergen no se sabe bien por qué. Y estos siete u ocho escritos son todo lo que hay. Lo que de verdad recuerdo. No quiero inventarme nada». En esos 'Lanteones dorados' que es el título de estas prosas hay sobre todo una protagonista: la abuela del escritor y director de la Fundación Jorge Guillén. Una mujer viajera que murió cuando Piedra tenía 14 años. «Ella fue mi refugio, mi único asidero». Y aunque Piedra hable de cosas como de la 'soledad congénita', no lo considera un libro triste: «Puede que haya un fondo de tristeza pero solapada. Es sobre todo un homenaje». Que en algún momento se convierte en un ajuste de cuentas, como cuando describe la frustrada convivencia en el nuevo hogar de su padre. «Sí puede que haya algo de eso. Ese episodio está descrito de una manera muy terrible, pero cuando terminé el libro me di cuenta de que al dejar emerger ese fondo ausente me he reconciliado con muchas cosas».