Este es un libro que nace de una serie de reflexiones llenas de afortunados hallazgos. Tal el caso de «los versos principales de un autor o de un poema», si es que los hay, que deberían de servir, nos dice Huerta al evocar las Soledades de Góngora, para lograr que configuren una diminuta constelación poética: cuando son bien leídos –metido el lector en ellos, genuinamente; explorador de sus interiores, de sus intimidades de sentido y sonido–, ese puñado de palabras revela una vida, el sentido de una obra, la cifra de una ambición espiritual y artística.