Lulino se ve obligado a emigrar a Sevilla con su hermana y su cuñado, al que han ofrecido un empleo como sacristán en la catedral. El muchacho se niega a separarse de su cabra Maltea y el cuñado acaba consintiendo que se la lleve. Allí, sobre los tejados de la urbe, vistos como un enorme campo de tejas que le recuerda al de su pueblo, viven unas imaginativas y curiosas experiencias, asediados por la hostilidad de la ciudad y la escopeta de un canónigo que ha visto en la cabra al diablo.