Puede extrañar que un poeta con una vida tan breve y una producción tan exigua como la de Thomas Chatterton, acabara siendo, a la larga, el estandarte y símbolo del movimiento romántico en Europa. Creador precoz, su obra más representativa, es una colección de poemas que imitan el estilo de la lírica medieval, a semejanza de los por entonces en boga, Cantos de Ossian y que atribuye a un ficticio abad llamado Thomas Rowly. El descubrimiento de su autoría, supuso un vuelco que le propulsó a los altares de la popularidad, pero que también, a los infiernos de la incomprensión, de la mano de algunos críticos, que veían en él a un imitador falto de originalidad. Esto, sin embargo, ocurrió diez años después de su fallecimiento, que se debió, en gran parte a la precariedad laboral, las dificultades económicas y a unas perspectivas de futuro inciertas, que indujeron al autor a tomar una mortal dosis de cianuro a la corta edad de 18 años.
Utilizando su figura, Alfred de Vigny, crea una obra dramática plena, en la que pretendía seguir los postulados del teatro shakesperiano, adaptándolo a la idiosincrasia francesa, poco dada a textos trágicos y de gran densidad argumental, pero cuya sensibilidad, comenzaba a abrirse, sobre todo, a consecuencia del escandaloso estreno de Hernani de Victor Hugo en 1830.
La intención de De Vigny, aún tomándose alguna licencia con respecto a los hechos reales vividos por el personaje histórico, era reflejar el desarraigo que sufre todo aquel que se ve iluminado por la chispa del genio, considerado como alguien inadaptado y alejado del sentir de la sociedad, entendida como una masa homogénea, en la que el mayor delito es destacar por una originalidad mal entendida, y que obliga al disidente a integrarse, formando parte de ese conglomerado gris y monótono; corriendo el riesgo, de no hacerlo, de sufrir el repudio general y verse finalmente abocado a la autoaniquilación.
Chatterton es un claro ejemplo de obra apegada a su época y estilo: excesiva, bronca, poco matizada y casi maniqueista en el trazado de sus personajes, que resultan chirriantemente extremos; sin embargo, no carece de interés ni de vigencia, al conseguir representar de forma directa y sin ambages, la soledad y el sufrimiento del diferente, a manos de un pueblo ignorante, que lejos de intentar comprender su virtud, lo aísla y lo encamina su destrucción, para así, seguir manteniendo ese status de medianía, que no perdona el surgimiento de una mente preclara y original, capaz de renovar este triste y mediocre mundo. (José María Durán, 19 de junio de 2023)