Los aforismos de Andrés Neuman en su extrema brevedad son golpes, tanteos inteligentes que toman la contradicción como territorio de alumbramiento. No solo los asuntos de la condición humana, sino su sentir más escondido e inesperado, el cariz de un humor casi insolente o el guiño travieso del conocimiento son las mimbres de su mínimo decir. Neuman se adelanta a la consideración, irrumpe con la perspicacia destinada solo a los librepensadores. No especula: sitúa en su lugar lo que lugar no tiene. Leerlo es un placer que a veces duele.