Cuenta una antigua leyenda, que en las aguas del lago de Sanabria, hay un pueblo sumergido: Villaverde de Lucerna. Cayó en desgracia el día que un pobre llegó pidiendo limosna y fue rechazado por todos los habitantes del pueblo. Únicamente el panadero lo animó a pasar y a sentarse junto al fuego mientras terminaba de hornear la última hogaza de pan. Cuando fue a sacar el bollo del horno, éste había aumentado de tamaño y el mendigo le aconsejó que lo guardara a buen recaudo para que él su familia pudieran comer hasta que alguna barca pudiera rescatarles. “La voz del tejo y el candil azul” de Peter Olson, nos cuenta que el mendigo, convertido en un espíritu del mal y portando un candil azul, llegará a Ribadelago siglos después. Lo hará en la noche de San Juan y junto a él, llegará el mal. Esta historia, a caballo entre la ficción y la leyenda, nos la cuenta Jesús. Junto a Lucía, su pareja, y Leonardo, un periodista, inicia un viaje que le llevará de vuelta a Ribadelago, el pueblo que le vio nacer. Regresa para contar su historia y para encontrar una explicación a las pesadillas que le persiguen desde la rotura de la presa de Vega de Tera. El autor desgrana leyendas que circulaban de boca en boca durante los duros años de la posguerra. Durante aquella época las familias malvivían trabajando de sol a sol y sin apenas un mendrugo de pan que llevarse a la boca. También nos explica las antiguas tradiciones, que pese al férreo control de la Iglesia y la guardia civil, seguían vivas en las aldeas: buscar ayuda en las curanderos o rendir culto a los tejos. Con gran delicadeza y partiendo de una historia ficticia, nos describe los días previos al desastre: el miedo a la desgracia inminente y la desidia de las autoridades. La tragedia pudo evitarse pero ciento cuarenta y cuatro personas fallecieron la noche del 9 de enero de 1959. El sufrimiento de los supervivientes es desgarrador. Las indemnizaciones y ayudas fueron mínimas y la justicia franquista se limitó a maquillar los daños con condenas irrisorias. “La voz del tejo y el candil azul” recuerda uno de los hechos más terribles de la historia reciente de nuestro país y al mismo tiempo nos advierte de otro despropósito: el lago de Sanabria, que acoge a las víctimas, se muere por culpa de la contaminación. El ser humano no escarmienta… Me gustaría terminar esta reseña con un profético poema que Miguel de Unamuno incluyó en su libro “San Manuel Bueno, mártir”. “Ay, Valverde de Lucerna, hez del lago de Sanabria, no hay leyenda que dé cabría de sacarte a luz moderna. Se queja en vano tu bronce en la noche de San Juan, tus hornos dieron su pan, la historia se está en su gonce. Servir de pasto a las truchas es, aun muerto, amargo trago; se muere Riba del Lago, orilla de nuestras luchas.” Curiosamente, el libro fue escrito veinticinco años antes de la tragedia de Ribadelago…
hace 6 años