Kaplan comenzó haciendo viajes convencionales, es decir a un país o región determinada, para trasladar sus impresiones a aquellos lectores que, con una experiencia de vida semejante, podían valorar sus comentarios y sensaciones. Kaplan impresionaba por su fácil, precisa y rica prosa; por su capacidad para comprender gentes y conflictos lejanos; y, muy especialmente, para enmarcar hechos presentes en la historia. Su formación histórica es relevante, como lo es su facilidad para recurrir al pasado para explicar el presente. Todo ello tiene como resultados obras extensas que requieren de un lector sin prisa, dispuesto a saborear la descripción matizada e inteligente. Un lector que no se conforma con dos o tres ideas sencillas para explicar un conflicto.