Amanda está más que cansada de pretendientes anodinos. Como buena Cynster que es, decide tomar cartas en el asunto y una noche hace lo impensable: acudir a un salón de juego, un lugar en el que ninguna dama respetable debería poner un pie, pero donde es posible encontrar a un buen número de caballeros interesantes. Allí conoce al conde de Dexter, un hombre apuesto, sensual y misterioso, que ha retrasado su regreso a la alta sociedad y se ha decantado por vivir en la periferia de ese mundo. Es la personificación del caballero apasionado que Amanda ha estado buscando, pero a ésta le será muy difícil lograr que la lleve al altar.