Los humanos somos una especie social y curiosa, y entre las muchas preguntas que nos hemos formulado hay una que destaca tanto por su dificultad como por las profundas implicaciones asociadas a ella: la pregunta de si en algún lugar del Universo habrá surgido vida, y más aún, vida inteligente (entendiendo por “inteligencia” un tipo de habilidad que implica, entre otras características, el interés y la capacidad de plantearse la posibilidad de comunicarse con otros seres inteligentes que puedan existir en el Universo). A cómo nos hemos planteado indagar en este tema, las dificultades que plantea y lo que se ha logrado hasta el momento, ha dedicado el notable físico y distinguido divulgador científico Paul Davies Un silencio inquietante. Y lo ha hecho en un momento oportuno, cuando se cumple medio siglo del establecimiento de un programa que se ocupa de buscar esa vida en el cosmos, el programa denominado SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence). Combinando un muy amplio conjunto de temas (que incluyen, entre otros, cómo comenzó la vida en la Tierra y si mecanismos similares han podido darse en otros planetas, qué procedimientos técnicos se pueden emplear para intentar comunicarse con otros seres inteligentes, si la ciencia es un producto inevitable de la vida inteligente, y qué es, y cuáles sus posibilidades, la inteligencia artificial), y armado con lo mejor del conocimiento que nos aporta la ciencia, Davies concluye, como científico, que es “probablemente seamos los únicos seres inteligentes de todo el universo” (una conclusión que habría soliviantado a Carl Sagan), aunque como ser humano sintiente y emocional, quiere creer “en un universo en el que abunda la vida inteligente”. Una ambivalencia de sentimientos que probablemente nunca se disolverá, salvo, claro está, que alguna vez encontremos vida inteligente en otro lugar del Universo.