Febrero de 1938, el avión pilotado por Antoine de Saint-Exupéry y su amigo Prévot despega de Nueva York rumbo a Tierra del Fuego. Cargado con exceso de combustible, el aparato se estrella al final de la pista. Superados cinco días de coma y mientras convalece del terrible accidente, Saint-Exupéry escribe este libro con la perspectiva de quien contempla el mundo desde la soledad de una cabina de avión.