Encuentro una relación directamente proporcional entre lo que me apetece leer un libro (no ver llegar el momento de volverlo a abrir y reanudar su lectura) y mi opinión final sobre éste. En el caso de Patria, esto se ha cumplido al cien por cien. Durante tres semanas (lo que he tardado en terminarlo) no he tenido otra ocupación, aparte de la laboral, ineludible, que echarme a la vista esta epopeya familiar teñida de la sangre de gente común y corriente, que de esta forma se podría resumir la historia contada en Patria: el caso de dos familias a las que el terrorismo de ETA destroza cada una a su manera, a la una con el asesinato del padre y a la otra con la reclusión del hijo mayor, por muchos años, en un alejado penal de la península. Esa es la historia. Aramburu apenas esboza alguna explicación del conflicto vasco-español; en ningún momento toma partido por ninguna de las partes y, sin embargo, va dejando a lo largo del relato una impronta de condena de la brutalidad de unos y otros, aunque (¡ojo!) situando en la cúspide de dicha brutalidad el tiro en la nuca, la bomba-lapa y el ostracismo social al que se sometió por tantos años a aquell@s que no comulgaron con la causa vasca llevada al extremo. Tampoco intenta dar una imagen generalizada ni de la madre, ni de la juventud ni del pueblo vascos. Creo que las intenciones reales de esta obra se encuentran detalladas en la misma: Hay un pasaje en la novela en la que uno de sus protagonistas asiste a la presentación de un libro sobre el conflicto. En un momento dado, el autor de ese libro explica a la audiencia el objetivo de su trabajo, y creo que Aramburu se representó a sí mismo en una exposición de motivos que son perfectamente aplicables a Patria. Una grandísima novela.
hace 7 años
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