De los tres hechos más desafortunados en los treinta años de la vida de Jon Castellanos, el primero fue que Raúl cazara al vuelo un balón que lanzó Figo desde la banda y lo metiera por la escuadra de la portería del Athlétic de Bilbao cuando faltaba un minuto para concluir el segundo tiempo de la final de la Copa del Rey. Eso permitió al Real Madrid empatar in extremis el partido e ir a la prórroga. La segunda desdicha fue que la periodista Bárbara Brisa, a quién ni siquiera conocía, diera calabazas al inspector Álvaro Porta. El tercer infortunio del etarra Jon -el más grave- fue que el veterano Porta tuviera una memoria fotográfica. Así arranca Matar para vivir, la última novela de Alfonso Rojo, una polémica y nada habitual inmersión en el mundo del terrorismo y el contraterrorismo que no dejará indiferente a nadie. El inspector Álvaro Porta comete un error de apreciación y mata a sangre fría a un presunto terrorista. Le expulsan del Cuerpo y se retira al campo. Años después recibe la visita de don Ubaldo, un viejo millonario corroído por la sed de venganza que le ofrece un trabajo envenenado: eliminar al etarra responsable del atentado en que murieron su único hijo, su nuera y su nieto. Empujado por una perversa mezcla de sentimientos y ambición, debatiéndose entre lo que dicta la ley y le pide el corazón, Porta entrará en una salvaje espiral de crímenes y arreglos de cuentas que culminará de forma escalofriante. Una trepidante novela que dará mucho que hablar.