Al inicio de "Léxico familiar", Natalia Ginzburg 1963, te engancha aunque luego toma otros derroteros. La novela autobiográfica de la familia judía Levi en Turín desde los años veinte hasta después de la Segunda Guerra Mundial; se hace desde la distancia a pesar de ser su familia. Me explico cuenta lo que pasa, a veces, muchas veces, con un tono jocoso porque cuenta anécdotas familiares aunque con el plano de fondo del ascenso del fascismo y las repercusiones sociales en la Italia de Mussolini o de la invasión alemana. La casa familiar es frecuentada por muchos intelectuales de la época y por líderes políticos que son perseguidos por la sociedad intolerante que se impuso, en un apéndice final podemos ver el negro futuro que sobrevino a muchos de ellos. Todos ellos estaban en el círculo del padre, un cientifico muy peculiar. Despierta ternura su figura, Beppino, que llama muy a menudo a sus hijos "borricos". Conforme avanza la trama esa narración de hechos encadenados de sucesos de la vida de sus hermanos y sus padres se hace tediosa. No por como lo cuenta si no por la distancia que pone entre su vida y lo narrado. Exilio y pena de muerte incluidos contados desde una distancia fría. Ginzburg se desdibuja y parece una espectadora de un paisaje que le es ajeno. Si la extensión del libro hubiera sido mayor lo hubiera abandonado. Hay un muro portentoso entre lo narrado y la vida de la autora aunque sea un relato de su verdad.
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