«-¿Te dan miedo las lagartijas?»
«-Sí, porque aun muertas coletean.»
Éranse una vez dos viejas o érase dos veces una vieja, o tal vez érase un quiste de una carne vieja en una casa de pueblo. Érase una noche sin estrellas. Un niño negrito y una niña azul, que no quería crecer, cavaban una fosa en un jardín. Éranse una madre ausente (sólo su risa burlona desde el altillo) y un cura sin fe. Andaba Satán suelto, buscando algo, en el cuerpo pellejudo de una lagartija. Las lagartijas huelen a hierba es una obra hermosa y terrible, con la que Cristina Sánchez-Andrade incorpora a la novela española todo el lirismo y la aspereza de la tradición europea del relato popular. Un cuento sin moraleja que, como las pesadillas de Kafka o los esperpentos de Valle-Inclán, nos descubre que la vida es drama y la bondad es sospechosa.