«La pintora de estrellas» narra la historia, en dos planos temporales diferentes, de dos mujeres que comparten su amor por el arte y por Diego, el hombre que sirve de nexo de unión entre ellas dos. Año 2000. Violeta, harta de los malos tratos de su marido Álvaro, abandona Madrid y busca refugio en brazos de su abuelo Diego, con el que se trasladará hasta la antigua casa familiar que este posee en Asturias. Año 1934. Elisa Ortega de Arrieta, una joven y prometedora pintora, emigra junto a su familia hasta Francia, donde empieza a trabajar para una galerista de cierto renombre. Tras estallar la Segunda Guerra Mundial, decide volcar todo su esfuerzo en salvar los cuadros del expolio que están llevando a cabo los nazis, aunque para ello, pondrá en riesgo su vida y sin quererlo, la de Diego, su gran amor. Violeta y Elisa comparten un vínculo con Diego y un don para la pintura, pero ahí acaban las similitudes entre ellas dos, ya que el carácter de ambas no puede ser más diferente. Violeta, quizás por efecto de los malos tratos, es una mujer insegura y débil y Elisa, por contra, es una mujer fuerte, decidida, valiente y muy adelantada a su época. Es el personaje que más me ha gustado de toda la novela y su historia resulta apasionante. La pintora de estrellas se debate entre su amor por Diego y su pasión por el arte, pero la época tan complicada que le toca vivir le obligará a escoger entre uno de los dos. El ritmo de esta novela es muy pausado y da pie a que conozcamos con lujo de detalles la vida de todos los personajes, principales y secundarios. Curiosamente, la historia de Violeta, que transcurre en tan solo doce días, es la parte que más larga se me ha hecho y la que me ha suscitado menos interés, todo lo contrario a la que narra la historia de Elisa, mi favorita. Lo que más me ha gustado es la descripción que hace la autora del ambiente bélico que se respira en Francia durante la ocupación alemana y que logra transmitir al lector la angustia que padecen sus personajes de ser descubiertos y detenidos. Esta novela nos habla de amores correspondidos y otros que no son; del amor pasional y del amor enfermizo. Dramas familiares, secretos, malos tratos... este libro no se cierra con una sonrisa en los labios, aunque el lector ya es consciente de ello en los primeros capítulos, sino que el fin que se persigue es saber qué le ocurrió a Elisa para que tenga que ser Diego el que le haga entrega de su legado a Violeta y ese motivo, cuando se revela, resultará sorprendente.

Intercala la época actual con la época nazi vivida desde París. Narra un hecho real, el expolio nazi. Al principio me pareció algo cursi y me costó conectar, va mejorando conforme avanza.

Narración sencilla y fluida, sin grandes descripciones ni lenguaje grandilocuente, protagonizada por un abuelo que guarda un secreto y una nieta víctima de malos tratos. Utilizando quizás de forma abusiva, el flashback vamos descubriendo ese secreto, de forma que el abuelo habla con el amor de su vida, fallecida en el II Guerra Mundial. Al tiempo que la nieta, nos cuenta el proceso psicológico que le ayuda a salir de esa violencia. Entretenido pero previsible.

Una buena historia, con un montón de ingredientes que hacen engancharte a la lectura desde el principio hasta el final y que no pierde interés en ninguna parte del libro. Los entornos del libro para mi geniales (París y Asturias) y las épocas de las que más me gustan (la actual y la segunda guerra mundial en la ocupación nazi de París). Creo que va a ser uno de los libros que mas me han gustado del 2015.

Me ha encantado, tanto la historia como la forma en que está escrito, la autora sabe conectar con el lector y transmitirle los sentimientos de los protagonistas. Diego es entrañable y sabe mantener el misterio hasta el final sobre su querida Elisa, me ha mantenido enganchada queriendo averiguar más. Muy bien hilados los pensamientos del hombre y los saltos al pasado de un capítulo a otro, sólo le pondría como pega que me gustaría que no se hubiera resuelto tan precipitadamente.