Compuesta por casi un centenar de poemas, esta nueva entrega poética de J. M. Caballero Bonald supone, al decir del propio autor, una suma de últimas voluntades. La celebración de la vida y la melancolía ante el paso de los años, antídotos y venenos de la memoria, actúan como desencadenante de la poesía, que aquí se sustenta en una alianza entre romanticismo y surrealismo. Situado estilísticamente en la línea de anteriores poemarios, en lo formal la principal novedad es el empleo del versículo amplio en ciertos poemas de apariencia externamente narrativa, pero en realidad de contenido psicológico, existencial, filosófico o moral. Valiéndose de recursos como el aforismo, la paradoja, la ironía o la abstracción, el poeta crea un mundo propio en el que la palabra significa más de lo que significa en los diccionarios. La noche no tiene paredes, título que encierra una alegoría de la libertad, profundiza en una nueva noción de la poesía como búsqueda de los límites de las palabras, como un método de conocimiento de la propia identidad, vinculado especialmente a las zonas ocultas de la experiencia.