A principios del siglo XXI una fuerza omnímoda amenaza con implantarse en todos los ámbitos -servicios, capitales, personas, ideas- como una imparable corriente unificadora. Paradójicamente, esa misma globalización, en especial la de las comunicaciones, que trata de allanar y unificarlo todo ha reforzado, sino alentado a su vez, la proliferación de minorías que reivindican su estatus diferencial, en ocasiones reaccionando con violencia y generando conflictos que amenazan la convivencia entre culturas y civilizaciones.