Sambele, el cayuquero,conocia cada palmo del Muni y me condujo hasta el precioso metal. Mis ojos no me engañaban; mientras una bandada de loros alborotaba desde la copa de una ceiba, el metal amarillo refulgia desde el fondo arenoso del rio.Era oro aluvial, tan conocido y codiciado desde antiguo por los europeos. Una constelacion de estrellas yacia en su lecho y ofendia con su fulgor amarillo. ¡El sueño del oro!