Me quito el sombrero ante esta pequeña gran obra que tanto me ha sorprendido y tan gratamente. Tratándose de la “opera prima” del autor tiene más mérito y conviene no perder la pista de este escritor novel.
Notable en las dos facetas primordiales de todo texto literario: estilo y trama. El estilo me ha encantado desde el principio, una escritura directa, descriptiva, con lirismo y escasos diálogos pero con un ritmo ágil, envolvente y ameno; que cuando detalla las escenas escabrosas no cae en la grosería o el mal gusto. El argumento, una huida desesperada y una lucha atroz por la supervivencia, va “in crescendo” hasta un punto álgido que desencadena una espiral de violencia y dureza.
En la solapa del libro se compara la narración con dos grandes autores: Delibes y McCarthy.
Para mí, la comparación con Delibes cae por su propio peso. Es verdad que hay una cierta semejanza en la descripción de la brusquedad rural, pero, según mi punto de vista, Carrasco sería el “lado oscuro” o el reverso de Delibes. Los dos tienen una perspectiva diferente sobre la relación entre la Naturaleza y el Hombre, ambos concuerdan en el carácter duro y áspero que conlleva esta interacción, pero en Delibes es más “natural” y positiva. Eso sí, los dos hacen una gran crítica de la sociedad campesina e individual con la exposición de seres guiados por sus instintos y pasiones primarios; en Delibes sólo basta echar un vistazo a “Los santos inocentes” para comprobarlo.
La equiparación con McCarthy no puedo juzgarla, sólo he leído “La carretera” y fue en la “prehistoria”. Aunque creo muy posible que el autor haya sido influenciado por el tremendismo. Durante su lectura he recordado varias veces “La familia de Pascual Duarte” (lo mejor que he leído de Cela y con diferencia) con su desolada, brutal y violenta definición del paisaje y el carácter humano. Y eso que esta lectura es mucho más antigua que la novela del norteamericano.
La localización imprecisa de los paisajes donde ocurre la intriga me parece un total acierto por parte del escritor, así como el anonimato de las aldeas y los nombres de todos los personajes que salen (sólo conocemos el mote de uno de los ayudantes del alguacil). Tampoco se deja entrever alguna pista en los pocos diálogos: no hay localismos, dichos populares, acentos o algún tipo de deje.
Su deliberada ambigüedad hace que sea un relato más “universal” pudiendo situarse en las dos Castillas, La Mancha, Extremadura e incluso podría ser Andalucía, ya que un pasaje hace referencia a un camino que conduce hacia el mar.
Por último un pequeño chascarrillo: la portada es un fraude. Es una caratula hermosa y evocativa del mundo rustico, eso por supuesto, pero en toda la extensa fauna que aparece en el libro no hay ni una sola oveja, ni siquiera se menciona dicho animal ninguna vez.
hace 9 años
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