Papá siempre anda estresado, no tiene nunca tiempo y no para de quejarse: "Ya he perdido diez minutos". A mamá parece que le sobran, pues se dedica a repartirlos: "¡Te doy diez minutos para que recojas tu habitación!". Los mayores se pasan el día corriendo para no perder tiempo. ¿Y si resulta que lo pierden porque se les cae de tanto correr? Una historia llena de humor sobre cómo la dictadura del reloj moldea nuestras vidas