No, este no es un libro sólo para mujeres, o al menos es lo que yo creo, Flo. Este es un libro para que los hombres se acerquen a las mujeres desprovistos de prejuicios y para que las mujeres se reencuentren consigo mismas y con su sexualidad. Flo, por una u otras circunstancias, yo soy de los hombres que te lee, y no me avergüenzo.
A lo largo de mi vida, de nuestras vidas, hemos acumulado creencias nocivas, y lo que es peor, las hemos verbalizado y puesto en práctica hasta considerarlas normales, aunque para las mujeres hayan pesado como losas. Siempre es un buen momento para soltar lastre, para resucitar y bendecir todos aquellos pecados que no lo eran, para entendernos a nosotros mismos y comprenderlas a ellas, para gritar que el sexo es tan necesario como el aire que respiramos.
No, como la propia autora diría, el libro no enseña «posturas» -para eso está el «Kama-sutra»-, y tampoco enseña a amar -esa sí es una parcela difícil-; Flo invita a desmontar mitos absurdos relacionados con el sexo -ese gran tabú, que ya contaba con legiones de aficionados y seguidores antes del escándalo bíblico de Sodoma y Gomorra-, y a vivirnos, a que la mujer se dé vida sin pavor ni pudor.
Desde la ironía y el sarcasmo, sin pelos en la lengua, con humor fino y amor basto y a través de sus dibujos, de sus bocadillos y consejos, Flo y su «Sexo como quieras» desmantelan el entramado puritano-reaccionario que ha tipificado como sospechosa la conducta sexual de la mujer (y en menor medida del hombre) se saliese o no de la norma e invita a un diálogo profundo con nuestro cuerpo, con el cuerpo del otro y con la mente. Porque, ¿hay algo más bello que aceptarse y comentar abiertamente cómo te gusta que te traten sobre la encimera de la cocina, la lavadora o en la cama, o donde quieras?
Todo libro tiene una razón de ser, y más allá del tono deslenguado de Flo Perry, su «Sexo como quieras» engloba tres: la aceptación de la mujer por la propia mujer tal y como es, su liberación y la aceptación de la mujer por parte del hombre sin la interferencia de clichés publicitarios carentes de verdad o abiertamente sexistas.
Cada vez son más los libros que atacan los convencionalismos sociales y que amordazan con argumentos a los papanatas de la moralina; no se trata de educar para la ciudadanía, o tal vez sí, de lo que estoy seguro es que se trata de formar y reformar para la vida. Tamizadas (no está demás expresarse correctamente delante de un adolescente) las lecciones de Flo deberían enseñarse en los institutos, dirigirse a las alumnas con el firme objetivo de que se valoren como mujeres únicas y excepcionales, y a los alumnos, porque las películas porno no enseñan a desenvolverse ni en la cama ni en el mundo real.
Recomiendo la lectura del presente volumen especialmente a todas aquellas (y aquellos) que inician su andadura en el mundo del sexo y a quienes (poco importa si se es mujer u hombre) han perdido la esperanza de disfrutar plenamente de sus relaciones. (Jorge Juan Trujillo, 29 de abril de 2020)