Rebecca Wells deseaba desesperadamente dejar atrás su mala reputación. Por fin estaba intentando acabar con su rivalidad con el perfecto Josh Hill, una rivalidad que había empezado hacía veinticuatro años cuando, siendo ella una niña, los Hill se habían mudado a la casa de enfrente. El guapo y popular ranchero era el chico de oro del pueblo… y el hijo que el padre de Rebecca siempre había deseado. Pero por mucho que su padre insistiera en que firmaran una tregua, a Rebecca le resultaba muy difícil olvidarse del resentimiento que sentía hacia Josh. Se negaba a admitir que el hombre al que le encantaba odiar era el mismo al que odiaría amar.