Para que la fantasía, la creación artística o el don pueda sanar la herida de un niño, la sociedad adulta tiene que estar preparada para acogerlo y para acompañarlo tal como es, con sus particularidades de niño y de traumatizado. Aquí está lo moral de este generoso e inquietante ensayo: cuando se recupera el lazo social -y a veces el contacto con una sola persona es suficiente-, cuando, en esta nueva trama, el niño herido logra convertirse en alguien que da, sólo entonces el patito feo podrá transformarse en cisne.