Los lectores de Ricardo Piglia conocen sin duda a Emilio Renzi, escritor y álter ego que aparece y reaparece en sus novelas, en ocasiones fugazmente, en otras con mayor protagonismo. ¿De dónde surge Renzi? De un juego de espejos que arranca del nombre completo del autor: Ricardo Emilio Piglia Renzi. Y ahora lo lleva un paso más allá con estos diarios que publica Piglia y firma Renzi. Tras una espléndida carrera literaria que incluye novelas y cuentos fundamentales de las letras argentinas contemporáneas y varios volúmenes de ensayos igualmente imprescindibles, el autor vuelve la vista atrás y rescata los diarios escritos a lo largo de más de medio siglo, entre 1957 y 2015, a los que se incorporan también algunos relatos y ensayos directamente vinculados con ellos.
Este monumental proyecto se publicará en tres volúmenes: Años de formación, Los años felices y Un día en la vida, de los que el lector tiene en sus manos el primero, que cubre los años que van de 1957 a 1967 y arranca por tanto con un escritor en ciernes que tiene apenas dieciocho años. «¿Cómo se convierte alguien en escritor –o es convertido en escritor–? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro).»
Asoman en estas páginas las primeras lecturas –de Los hijos del capitán Grant de Verne a La peste de Camus o El oficio de vivir de Pavese, pasando por Defoe, Sterne, De Quincey, Gogol, Dostoievski, Kafka, Proust, Fitzgerald, Faulkner, Hemingway o Gadda–; asoman los cines y las películas que el joven autor devora –de Bergman, Wilder, Visconti, Wajda y Godard, pero también alguna de James Bond–; asoma una geografía –Adrogué, Mar del Plata, Buenos Aires– y asoma, claro, la vida: los amoríos iniciales; los estudios universitarios; los primeros entusiasmos, las primeras rebeldías y los primeros desengaños; los descubrimientos y deslumbramientos vitales y culturales; las rupturas amorosas y los trabajos de cobro incierto –cuando pasa a ejercer de editor free lance después de que la universidad sea intervenida por los militares–; el mundillo cultural de la Argentina de entonces, con la sombra de los gigantes Borges y Cortázar, y los encuentros con Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Edgardo Cozarinsky, Daniel Moyano y el cineasta Leopoldo Torre Nilsson; la creación de los primeros cuentos y el proyecto de una novela. Todo ello anotado minuciosa, compulsiva, apasionadamente en estos diarios escritos por un maestro de la literatura argentina, o acaso por su álter ego.