Muy pocos actores en la historia de Hollywood - quizás sólo su gran amigo James Stewart- han encarnado al americano honesto e íntegro tan convincentemente como Henry Fonda. Sus personajes en películas como "El joven Lincoln", "Las uvas de la ira" "Pasión de los fuertes" y "Doce hombres sin piedad", proyectaban una imagen de sinceridad, justicia y pragmatismo que el público terminó por asociar con el propio Fonda. Fue el actor favorito de John Ford (trabajaron juntos en siete ocasiones) hasta que una discusión a puñetazo limpio en el rodaje de "Escala en Hawai" terminó con su amistad y con su fructífera relación laboral. Demostró su versatilidad en deliciosas "scvrewballs comedies" como "Las tres noches de Eva" y encarnando a un despiadado asesino en "hasta que llegó su hora". E hizo algo a lo que muy pocas estrellas se hubiesen atrevido: en el punto álgido de su carrera, abandonó el cine durante un lustro para volcarse en la auténtica pasión de su vida, el teatro. Pero detrás de su inmaculada imagen cinematográfica, se escondía un hombre atormentado por una problemática vida personal: sus cinco matrimonios, el trágico suicidio de su segunda esposa, su compleja relación con sus rebeldes hijos Jane y Peter, sus inseguridades profesionales...