Por medio de una escritura profundamente lírica, Rafael Guillén gira aquí en torno a una afirmación: el tiempo no existe; lo que existe es la historia. Este libro trata, mediante un juego de espejos - el pasado frente al presente, el futuro frente al pasado- de posicionarse cerca, por un lado, de dicha inexistencia y, po r otro, de las insospechadas consecuencias que acarrea la ficción.