Guibrando Viñol, nombre del protagonista de esta novela corta, es un tímido joven lleno de las manías propias de los seres solitarios, que cada mañana se sube al tren de las 6,27 para leer al azar las páginas que una máquina de papel voraz deja caer. Un lector irrisorio con un nombre ridículo pretende ser el antihéroe que represente a todos los seres anónimos que cada mañana cruzan las ciudades en los trenes de cercanías sin llegar a conocerse. Al argumento le falta solidez y la trama no se desarrolla demasiado por lo que finalmente la historia no nos conmueve como se pretendía y la novela se queda en un entretenido ejercicio de escritura. Lo mejor, que se lee de una sentada. Para fans del autor y de las lecturas rápidas. (Elsa Veiga, 4 de abril de 2015)
hace 9 años