Víctor Serge cogió el primer tren que pudo para viajar a la Rusia soviética, donde nada más llegar se hizo soldado de la revolución, e inmediatamente después se convirtió en uno de los anfitriones que recibía a los amigos que querían conocer la revolución, especialmente a los de procedencia anarquista, como lo fueron Nin y Maurín, desde entonces, dos de sus mejores amigos. Oposicionista de primera hora, prisionero de Stalin durante años hasta que fue liberado gracias a una campaña internacional liderada por André Gide y André Malraux, Serge regresó para seguir con su tarea, pero ahora con una nueva dimensión, que Trotski señaló al escribir: "Víctor Serge, que ha pasado por todas las etapas de la represión, trajo a Occidente su terrible mensaje de los que son torturados por su fidelidad a la revolución".