Si "entre todas las novelas de los diferentes ciclos, El Corsario Negro es probablemente la más perfecta", es lógico que fuese esta "la que aconsejaríamos a un supuesto lector que sólo tuviese tiempo para un libro de Salgari"; porque en ella se encuentra "la fascinación del mar, de la jungla, de los combates y del amor, sin los defectos de estilo y de construcción que hacen pesadas a veces las páginas salgarianas" (L. Baccolo). Con ella Salgari pretendió mostrar su agradecimiento a la Casa reinante entonces en Italia, la de Saboya que, un año antes (1897), le había nombrado caballero. Por ello, el protagonista de la novela no sólo es italiano, cosa rara en su novelística, sino que además es señor de Ventimiglia y está emparentado con los Saboya.