"Doctor Jekyll y Mr. Seek” de Anthony O’Neill es una secuela de uno de los grandes clásicos de la literatura: “El misterioso caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson. Como recordaréis, la novela termina con una carta que Jekyll deja a Utterson, su abogado y confidente, explicándole su verdadera relación con Edward Hyde. Siete años después del hallazgo de la carta, un elegante caballero aparece en las calles londinenses afirmando ser el Doctor Henry Jekyll. Se parece mucho físicamente y tiene una explicación plausible para su misteriosa desaparición tras la muerte de Hyde. Cuando el doctor comienza a reclamar sus bienes y sus más allegados empiezan a desaparecer en extrañas circunstancias, Utterson comienza a temer por su propia vida: ¿se trata de un impostor? ¿Cómo puede parecerse tanto físicamente? La novela de Stevenson reflejaba el eterno debate entre el bien y el mal y la de O’Neill plantea otro no menos interesante: ¿cuál es la delgada línea que separa la realidad de la obsesión? El libro me ha recordado a “Los renglones torcidos de Dios” de Torcuato Luca de Tena. Especialmente por la disyuntiva que plantea el comportamiento de Utterson: ¿es real lo que nos cuenta? Es un hombre reputado e inteligente que por momentos parece estar en lo cierto y en otros, parece perseguir molinos de viento. Una novela victoriana sorprendente en la que que la intriga se mantiene hasta el final. Y que terminas con una sonrisa maliciosa aflorando a tus labios porque, como siempre, la realidad supera a la ficción. (Ana García, 27 de febrero de 2019).
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