El final de la guerra de Corea supuso la partición del país en dos. Al norte del paralelo 37 se estableció un régimen comunista con capital en Pyongyang que ha resistido impertérrito a la caída del muro de Berlín y la liquidación del sistema soviético. A día de hoy es uno de los países más impenetrables del mundo, aspirante a potencia nuclear, cerrado al turismo y al comercio internacional y miembro destacado del eje del mal del presidente Bush. Entretanto, al sur de ese mismo paralelo surgió un régimen proestadounidense que ya en los años ochenta se democratizó y se convirtió en uno de los más voraces tigres asiáticos. La economía surcoreana es una de las más pujantes de la región, y del mundo entero, y sus grandes empresas se codean con las japonesas, europeas o estadounidenses. El periodista Bruno Galindo, atraído por el halo de misterio que recorre la última frontera de la guerra fría, logró entrar en Corea del Norte como parte de uno de los restringidos grupos que admite el régimen. Meses más tarde visitó la mitad meridional de la península, convertida en un paisaje robotizado e hiperrealista. Sin embargo, dos sistemas tan alejados, el último y más acérrimo comunismo basado en un hiperbólico culto a la personalidad y una democracia liberal capitalista a más no poder ocultan numerosas similitudes y, a ojos occidentales, características tan singulares que no pueden sino ser vistas como dos caras de la misma moneda. Escrita al estilo de los grandes reportajes y en la mejor tradición de la literatura de viajes, Diarios de Corea presenta un retrato fascinante y revelador de dos países tan distintos como similares y tan desconocidos como interesantes.