Con apenas treinta años, cuando empieza la redacción de este poco convencional «breviario» su autor ya es plenamente dueño de la serie de obsesiones que no dejarán de acompañarle, a él y a sus numerosos lectores: el esteticismo que hace del arte la única excusa para seguir en este mundo; el nihilismo que busca en el goce del instante el único absoluto o, en fin, la nostalgia de una «vida fuerte» en el sentido más pagano del término.