A finales de los años cincuenta, un grupo de jóvenes de Madrid acude a la ribera del río Jarama a pasar un día de verano huyendo del calor. Junto al lugar en que discurre la jornada, un merendero es testigo de las subidas y bajadas de estos jóvenes al local y de la manera con la que los encargados del negocio los atienden, al igual que al resto de lugareños y domingueros. La novela, carente de hilo argumental a modo de río que lleve al lector como si se tratara del afluente que da nombre a la obra, ofrece el logro de sostener varios cientos de páginas descansando sobre los diálogos las historias que en ellas se reflejan. Como valía a destacar, la manera con que se plasma el habla de la clase media de la época y la mentalidad del pueblo español en el ecuador del franquismo. Pese a caer en el tedio durante largos pasajes, el hecho inesperado que al final de la obra rompe con el ambiente festivo de la novela actúa como una metáfora que Sánchez Ferlosio, quizá, quiso lanzar sobre la realidad oculta de la dictadura al lector avezado que supiera leer entre líneas. www.antoniocanogomez.wordpress.com
hace 1 año