París es una fiesta y las luces de la Belle Époque alumbran la vida nocturna de Montmartre y Pigalle, barrios de moral relajada y libre circulación de absenta y opio. Pero es en un bulevar señorial, apartado de callejuelas y tugurios, donde aparece el cadáver degollado de monsieur Bonancieux. No hay pistas, ni móvil aparente, pese a que el caballero tenía una pasión secreta: escondía un laboratorio de alquimista en su domicilio y vivía dedicado a la búsqueda de la piedra filosofal. La primera incógnita es el paradero del ama de llaves de la víctima, desaparecida sin dejar rastro. Y respecto a los vecinos, ¿por qué hay quien no menciona sus tratos con el difunto? ¿Qué oculta la vizcondesa y por qué su ahijado, Ulises, se lanza a investigar por su cuenta? ¿En qué consistían las prácticas esotéricas de Bonancieux y por qué sus cuadernos son tan codiciados? ¿Y qué pinta en todo esto un artista español con contactos en el inmueble y también entre el lumpen más selecto de París? En un entramado de falsas apariencias, fórmulas oscuras y deseos inconfesados hacia los bienes ajenos, hay dos cosas seguras: la primera, que un hombre puede revelar muchas sorpresas después de muerto y, la segundo, que nadie llega a saber quiénes son en realidad sus vecinos.