Leopoldo María Panero lucha con la memoria literaria, las repetidas citas a menudo sin cursiva, no desviaciones, pero sí directrices del texto; de Eliot, de Pound, de Lacan, de Kierkegaard, de Gimferrer, de Virgilio, de Ovidio, hasta de Lou Reed, se convierten en lucha con el recuerdo de sí mismo, las citas son autocitas: «Porque solo soy el recuerdo de mí mismo», o «una voz escupe en mi cerebro / la palabra ayer». Como Dino Campana en el manicomio de Castel Pulci, Panero, dictando sus nuevos textos, somete su obra a una vibración, a un temblor: «y con la risa blanca y muda que eyaculo / imito al pus / que aúlla desde el vientre del cadáver». Las largas y exuberantes composiciones del primer Panero se han hecho descarnadas en estos extremos textos de su «poesía última»