¿Qué lleva a un hombre, durante más de cincuenta años, a levantarse muy temprano (entre las cuatro y las cinco de la mañana) y a escribir durante unas tres o cuatro horas acerca de los temas más diversos? Al alba un hombre piensa, escribe, dibuja. Las anotaciones critican, proponen, impugna. Y alguna vez, celebran. Lo que lleva a Paul Valéry a una práctica tal de la escritura es una pertinaz, obsesiva voluntad de conocimiento. Cada día, "entre la lámpara y el sol", Valéry parecía responder a la pregunta tal vez más esencial de todas las que se formuló: "¿Qué puede un hombre?" El admirable "diario intelectual" que conforman los Cuadernos es, en efecto, una larga respuesta a esa pregunta.