Una exposición puede cambiar una vida. El hecho, a juzgar por mi propia experiencia, no es demasiado frecuente de todas maneras: a mí sólo me ha ocurrido una vez, al menos hasta tal punto, y me sorprende todavía que sea Chardin —tan dulce, tan tranquilo, tan poco molesto— quien haya provocado en mí toda esa agitación. Chardin no es un pintor de corte ni un pintor maldito. Ni tampoco un traidor ni un loco. Es un pintor, simplemente, y uno de los más grandes. Maravillosamente libre, maravillosamente dueño de sus facultades y de su arte, maravillosamente auténtico. Como si bastara con mostrar el mundo tal cual es, con desvelarlo, con revelarlo, para que de repente todo cambie. Como si lo real, que nos contiene, fuera una verdad suficiente, una bendición suficiente. Como si el tiempo y la eternidad fuesen una sola cosa. Como si la materia fuera ya un acierto. Pero ¿por qué? ¿Cómo? André Comte-Sponville.