Un poemario dolido sobre los antagónicos conceptos del amor y el sufrimiento.
Quizá nos cueste decirlo. Son años, decenios, siglos de espejismos acomodaticios: idilios televisivos, novelas romántico-eróticas, películas y series estereotipadas, que muestran relaciones eternas, apasionadas y con un final eminentemente feliz… pero no, no nos engañemos: El amor es un asco.
Nada comercialmente potencial mostrará las cicatrices, las cenizas de esos cigarrillos, los posos de ese alcohol, frutos de la ansiedad y del desasosiego. Nunca nos enseñarán el verdadero sentido del amor lacerante: el amor abandonado, el amor no correspondido, el amor vivido en silencio; porque, no nos engañemos, esa angustia, ese llanto de impotencia debe ocultarse, por el bien de conservación de ese estatus de amor trascendente: el que todo lo salva; aquel, que te eleva y te resguarda de todo mal en los cielos estrellados del éxtasis.
Miguel Ángel Acosta no se deja engañar. Este poemario no está conformado por exaltaciones místicas y ni letanías de adoración.Nada más lejos de la realidad. Esta Anatomía/Carnicería, es un espejo roto, destrozado, golpeado salvajemente con el pesado martillo del sufrimiento, cuyo resultado es un conjunto de afilados fragmentos donde caben desde el verso canónico y la prosa poética, hasta el aforismo más acerado, capaces , en su angulosidad, de desgarrar nuestra carne y nuestra existencia, dejando tras su lectura, un rastro imborrable de lágrimas, sangre y saliva.
Ya hemos comentado la capacidad refractaria de sus textos, su caleidoscópico vidriado que repite hasta la locura cada una de las heridas sufridas, pero que, a modo de redención deja entrever, en alguna de sus esquirlas, la posibilidad de que recibamos, de forma subrepticia, algo de luz, algo de ese sol lejano, que pueda calentar nuestros huesos en este infierno árido del amor dolido.
Puede que el amor sea un asco. Puede que todo este gasto de energía sea algo inútil, un baile a ciegas al pie del precipicio pero, lo que no podemos negar es que, en ese instante, mientras bailamos, sentimos de forma vehemente y visceral que sí, que esta vez será la definitiva, y que de nuevo, y a pesar de todo, volvemos a sentirnos vivos. (José María Durán, 6 de agosto de 2024)
hace 3 meses