Cuando el hijo del autor le dijo sin pensar «He descubrido» a la edad de tres años, se quedó tan maravillado por la forma en que instintivamente había conjugado el verbo que pensó, si los niños a esta edad saben tanto, ¿por qué la escuela solo aspira a que llenen páginas y más páginas con letras del alfabeto desde los seis años? Este libro reflexiona acerca de la necesidad de ver a los niños como seres con talento que merecen tener su propio espacio en la sociedad, en vez de construir ciudades que giran la espalda a algo tan esencial como su libertad.