El PEN Club pone a la Feria a mirar hacia los escritores perseguidos

El informe del PEN Club sobre la persecución de escritores y periodistas en diversas partes del mundo es uno de los rituales con el que cada año la organización trata de sacar a la Feria de Fráncfort por unos minutos del mundo del negocio para mirar hacia el destino de intelectuales perseguidos.

El secretario general del PEN en Alemania, Dirk Sager, empezó hoy la presentación con una pregunta provocadora al director de la Feria, Jürgen Boos, acerca de si creía que este año se podía olvidar el tema político para centrarse en las sagas islandesas.

«De ninguna manera. El libro tiene una función política y tenemos que ocuparnos también de ellos, sobre todo de cara a los países en los que hay peligro para la libertad de pensamiento», respondió Boos.

Según las cifras del PEN, en 2011 han sido asesinados al menos 54 escritores o periodistas -hay una cifra oculta que puede ser más alta- y 111 están secuestrados o desaparecidos.

La mayor parte de los asesinatos, según dijo Sager, han ocurrido en México donde, según la convicción del PEN que ha expresado en una declaración entregada a las embajadas mexicanas en todo el mundo, el gobierno no hace lo suficiente para proteger a los periodistas.

La mayoría de las detenciones, según dijo Sager parafraseando una frase de la célebre película «Casablanca», corre a cargo de «los sospechosos de costumbre», es decir Irán, China y Vietnam, entre otros.

Sager advirtió sin embargo que «los países europeos no son inmaculados» y se refirió concretamente a la situación en Hungría donde, dijo, el gobierno actual no parece tener mayor aprecio por la libertad de expresión.

No obstante, en esta edición el PEN se concentró en la situación de editores, escritores y periodistas en los países árabes y en Bielorrusia

Como testigos de cargo estuvieron, de parte del mundo árabe, el editor egipcio Mohamed Hashem y, en otro acto anterior a la presentación del informe, el escritor bareiní Ali-Al Jallawi.

Al Jallawi, nacido en 1975, se encuentra actualmente exiliado en Alemania y ha estado varias veces en prisión por criticar al régimen de Baréin.

Poeta, investigador y novelista, ha trabajado sobre las minorías en Baréin y su novela «La última ciudad» se imagina una sociedad de poetas en la que hay absoluta libertad de pensamiento.

Ese libro tal vez sea un ejemplo de algo que dijo Al Jallawi cuando se le preguntó si las revoluciones en la región habían sido inesperadas.

«El que hubiera seguido la literatura árabe se hubiera dado cuenta que algo se estaba cocinando en el ambiente. Los libros que se venían escribiendo registraban un descontento creciente», respondió.

En todo caso, la libertad absoluta de expresión soñada por Al Jallawi es algo que han estado lejos de disfrutar tanto él como Mohamed Hashem que en 2004, según recordó, fue apaleado por la policía del régimen de Hosni Mubarak en una manifestación en la que en ese momento participaron cerca de 50 personas.

«Me patearon en la cara, ningún periódico publicó nada, pero cuando la represión aumenta también aumenta el descontento y el pueblo no olvida. Años después, ya no eran decenas sino millones de personas las que se manifestaban», dijo Moshem.

Hashem apuntó también a uno de los puntos políticamente más críticos de la Feria, su misma apertura, en la que muchas veces tienen cabida personas claramente contrarias a la libertad de pensamiento.

«Creo que si Gadafi estuviera todavía en el poder en Libia su embajador estaría paseándose por la Feria», dijo Hashem.

Hashem criticó también a la Unión de Editores Egipcios que, según dijo, «durante años le hizo la corte a Mubarak y ahora posa de revolucionaria».

«Son mis colegas pero no los respeto, son sólo mis colegas», dijo Hashem, que recibirá este año el Premio Hermann Kesten por sus aportes a la libertad de pensamiento.

Fráncfort, 13 (Rodrigo Zuleta / EFE) 

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