«La dulce Jiminy», una denuncia del todavía latente racismo en Mississippi

Las siniestras historias del Ku Kux Clan forman parte de la historia pero el odio racial que enarbolaba no solo no ha desaparecido de los pequeños pueblos del sur de Estados Unidos sino que, por el contrario, se ha «expandido» a los latinos, asegura Kristin Gore, autora de «La dulce Jiminy«.

Kristin Gore, hija del exvicepresidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz Al Gore, conoce bien el poder desde dentro, y, tras retratar de forma humorística los intrincados recovecos de la Casa Blanca y sus habitantes en sus dos primeras novelas, se adentra en un pequeño pueblo del Mississippi en su tercera obra de la que habla con Efe en Madrid.

«La dulce Jiminy», editada en castellano por Suma, pone un toque de humanidad y de esperanza en un futuro más justo frente al espíritu reaccionario que aún sobrevive en esas zonas y que se vuelve hostil ante las personas que, como la protagonista del libro, pretenden cambiar décadas de complicidad, amenazas y ocultamiento.

Gore cuenta la historia de Jiminy, una desencantada joven que, a los 25 años, abandona sus estudios de Derecho y se refugia en casa de su abuela en Mississippi. Descubrir a los autores de un antiguo doble crimen sin resolver, la muerte del marido y la hija de la mujer de raza negra que trabaja en casa de su abuela, es el revulsivo que la transformará en una intrépida luchadora contra las injusticias raciales.

«Hace unos seis años empecé a ver artículos de historias reales de antiguos miembros del Ku Kux Klan, que tienen ahora entre 80 y 90 años, que les están llevando a juicio para que paguen por los crímenes que cometieron hace cincuenta años. Y tuve la necesidad de investigar más», explica la autora, para añadir que su intención inicial no era escribir una novela.

Se dirigió a los estados del sur para entrevistarse con las personas que habían padecido ataques racistas y escuchar sus historias, «tan desgarradoras como sorprendentes».

Pero lo más sorprendente, asegura Kristin Gore, es que sigue pasando. «Hay historias que ocurrieron hace cuatro o cinco años nada más. Chavales negros me contaban que en el jardín de su casa habían plantado una cruz y la habían quemado, simplemente porque estaba saliendo con una chica blanca», dice.

Además del racismo contra las personas de raza negra, la novela refleja también otra realidad actual, el rechazo que existe contra los latinoamericanos.

«Desde los últimos diez años ha habido un cambio en el racismo, ya no es tanto entre blancos y negros, sino que como han recibido una gran ola de inmigrantes latinos, son a los que están pasando ese odio racial que había contra los negros en los sesenta. El racismo se ha expandido», advierte.

Una situación que puede agravarse aún más con la crisis económica, ya que «hay muchas actitudes de base racistas que encuentran en cualquier otro aspecto su combustible para exacerbarse», recalca la escritora que asegura que por ello son necesarios «líderes tanto políticos como culturales que ayuden a que no se entre en esta dinámica que alimente más odio».

Para Kristin Gore, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha hecho cosas muy buenas en este sentido porque ha sido «un personaje-transformación».

La hija de Al Gore, también guionista de cine y de programas televisivos como Saturday Night Live, admite la influencia de la política en su producción literaria y recuerda que sus dos primeras novelas reflejaron ese mundo, pero en un tono de comedia.

En el año 2000 estaba muy desilusionada y «La colina de Sammy» y «Sammy y la Casa Blanca» le sirvieron para encontrar una «conexión positiva con la política» y para recordar que conoció a personas «que se dedicaron a una causa para intentar cambiar el mundo de la mejor manera posible», explica Gore, que confiesa sentirse muy orgullosa de su padre.

Kristin Gore prepara una nueva novela cuya trama ha eludido desvelar. Lo que no sabe es si en el futuro resucitará a Sammy, que la llevó a estar en la lista de los libros más vendidos de The New York Times.

Madrid, 23 mar (Carmen Naranjo /EFE) 

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