Muere el checo Havel, líder de la «revolución de terciopelo»

Vaclav Havel, un dramaturgo disidente que fue encarcelado por los comunistas y luego encabezó la pacífica «revolución de terciopelo» en 1989 para convertirse en presidente de la antigua Checoslovaquia y un símbolo de la paz y la libertad, falleció el domingo a los 75 años.

El antiguo fumador compulsivo que sobrevivió a varias operaciones de cáncer de pulmón a finales de la década de 1990 que casi lo mataron y lo dejaron en un estado de fragilidad el resto de su vida, murió después de una prolongada enfermedad respiratoria. Estaba acompañado por su esposa Dagmara y una monja que lo atendía en su casa campestre de Hradecek, en el norte de Praga.

«Hoy Vaclav Havel nos ha dejado», dijo su secretaria Sabina Tancevova en un comunicado.

El ministro de Asuntos Exteriores de Suecia y ex primer ministro, Carl Bildt, dijo en Twitter: «Vaclav Havel fue uno de los grandes europeos de nuestra era. Su voz de libertad allanó el camino para una Europa libre y unida».

El dramaturgo bajito, que llevó al ex presidente estadounidense Bill Clinton a un club de jazz en la capital checa y era amigo del Dalai Lama y de famosos como Mick Jagger, alcanzó la fama cuando se enfrentó al antiguo régimen comunista checoslovaco.

Sus obras estuvieron prohibidas durante más de 20 años y pasó varias condenas en prisión después de lanzar la llamada Carta 77, un manifiesto en el que pedía al Gobierno comunista que cumpliera los derechos humanos. En 1979 fue sentenciado a cuatro años y medio de cárcel por «subversión» en contra del Estado. En 1983 fue puesto en libertad en medio de una intensa presión diplomática e internacional tras enfermar gravemente de neumonía.

Solo seis meses después de completar su última condena, en noviembre de 1989, encabezó una manifestación de cientos de miles de personas en el casco antiguo de Praga en una revuelta pacífica que terminó con el régimen apoyado por la Unión Soviética. Alrededor de un mes después era proclamado presidente en el castillo de Praga.

«Estoy extremadamente conmovido», dijo un emocionado primer ministro checo, Petr Necas, a la televisión de su país cuando se enteró de la noticia del fallecimiento de Havel.

«Fue el símbolo y el rostro de nuestra república, y es una de las figuras más prominentes de la política al comienzo de este país. Su fallecimiento supone una pérdida enorme. Aún tenía mucho que decir en la vida política y social», expresó.

Havel se convirtió en el garante de una transición pacífica a la democracia y logró que el pequeño país de 10 millones de habitantes destacara en la política internacional.

«La verdad y el amor superarán las mentiras y el odio», decía el lema que los checos recuerdan de los días de la «revolución de terciopelo», unas palabras que se recordaron posteriormente a menudo y con amargura, a medida que el entusiasmo por la democracia del libre mercado chocó con la realidad de las reformas económicas y la política corrupta.

DIFÍCIL EQUILIBRIO

En 1992 abandonó el Gobierno debido a la división de Checoslovaquia, pero el 26 de enero de 1993 fue elegido presidente de la nueva e independiente República Checa. En los últimos años de su presidencia perdió parte de su atractivo, ya que como presidente-filósofo tuvo dificultades para mantener la moralidad en una época tumultuosa de transformación económica y oscuros acuerdos empresariales.

«No quería ser presidente», dijo Petruska Sustrova, una conocida disidente y una de las primeras firmantes de la Carta 77. «Él quería sentarse en un pub y reconciliar las disputas. No tenía muchas ganas de entrar en política, pensó que le alejaría del mundo normal».

Nacido en 1936, su padre era un rico empresario de la construcción, pero se quedó sin una buena educación después de que los comunistas llegaran al poder en 1948 y prohibieran la propiedad privada. Gran parte de su presidencia estuvo marcada por el enfrentamiento con el economista de derechas Vaclav Klaus – que acabaría siendo primer ministro y le sucedió como presidente en 2003 – por el alma de las reformas democráticas.

Los derechos humanos permanecieron entre sus principales preocupaciones, al igual que el medio ambiente, fue candidato varias veces al Premio Nobel de la Paz y recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y las Humanidades en 1997.

«Desde luego se mereció el Premio Nobel de la Paz, pero en este mundo no todo es justo. Por encima de todo, fue un teórico que combatió en el mundo con un bolígrafo y un papel», dijo el disidente y luego presidente polaco, Lech Walesa.

PRAGA (Reuters)

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