El Cervantes reconstruye los pasos literarios de Vargas Llosa en París

Los apasionados del nobel de literatura Mario Vargas Llosa pueden recuperar desde hoy sus pasos perdidos por París en un recorrido literario por la ciudad en la que el escritor peruano asegura que se convirtió en escritor y donde terminó su primera novela, «La ciudad y los perros«.

El recorrido de Vargas Llosa en la capital francesa, enmarcado en el proyecto de rutas literarias en París concebido por el Instituto Cervantes, propone 18 puntos emblemáticos para un itinerario de algo menos de tres kilómetros que repasa los siete años que el escritor pasó en París, ciudad a la que llegó en 1959.

«Mis siete años en París fueron los más decisivos de mi vida. Aquí me convertí en escritor», aseguraba el autor en «La libertad y la vida».

Los viandantes pueden encontrar información sobre la ruta en el portal multimedia del Instituto Cervantes de París, que invita a iniciar la ruta en la Catedral de Notre Dame, donde el escritor compraba novelas en los puestos de libreros a orillas del Sena.

El antiguo Hotel Wetter, donde el premio nobel se alojó a su llegada a la capital, sus cafés y restaurantes predilectos o aquellos reflejados en sus obras, como La petite hostellerie, Allard o el Café de Saint-Germain, y en los que escribía, además de librerías donde se abastecía de literatura.

Entre esos lugares se encuentra La Coupole, donde el escritor se premiaba a sí mismo con un cordero al curri cada domingo después de escribir un artículo, explicaba, y donde encontraba siempre al escultor suizo Alberto Giacometti.

Calles y esquinas por las que Vargas Llosa «escribía mentalmente» mientras paseaba, por ejemplo, para acudir a su puesto de periodista en Radio Francia Internacional (RFI) o en la Agencia France Presse, trabajos que le permitían vivir en la ciudad con la que había soñado en la adolescencia.

«París era un mito enormemente vigente cuando yo era chico, cuando era joven. París como la capital de las artes, de las letras; París como la ciudad liberada donde habían sido derrotados todos los prejuicios, donde había creatividad en las calles… Yo crecí soñando con París», explica el literato al Instituto Cervantes.

Para el joven Vargas Llosa, «París era un requisito indispensable si uno quería convertirse en escritor, un artista, un creador, si uno quería estar realmente en la vanguardia de la modernidad», agrega el autor, que llegó a la capital francesa tras cursar un doctorado en Madrid y con la promesa de una beca que nunca llegó.

Y así fue, recuerda el premio nobel, que no había publicado aún nada cuando llegó a París, donde finalizó su primera novela, que había empezado en Madrid, escribió la segunda («La casa verde») y un relato llamado «Los cachorros» e inició la tercera («Conversación en La Catedral»).

«Cuando me fui a Inglaterra en 1966, era ya un escritor. Tenía tres libros publicados, me había hecho conocido, había conocido a muchísimos escritores latinoamericanos y, gracias a París, había comenzado a sentirme yo también un escritor latinoamericano».

Y fue en París donde Vargas Llosa conoció a escritores como Alejo Carpentier, Jorge Edwards, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos o Miguel Ángel Asturias, y donde descubrió que él mismo era un «escritor latinoamericano», explica.

El recorrido propuesto por el Instituto Cervantes culmina en la sede de la Unesco, donde Vargas Llosa trabajó como traductor, como su amigo Julio Cortázar, y cuya experiencia empleó en su novela «Travesuras de la niña mala».

El próximo día 11 de octubre, el Ayuntamiento de París otorgará a Vargas Llosa la Grande Médaille de Vermeil, la más alta distinción que concede la capital francesa, donde el escritor fue «más feliz o menos infeliz que en ninguna otra parte».

París, 27 sep (EFE)

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